Rodrigo
Motas Tamayo
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Las alteraciones de los precios
en los camiones particulares de pasajeros para quienes se trasladan de unos municipios
a otros en la provincia Granma, resultan un hecho cotidiano que mucho llama la
atención y exige el análisis de quienes
en las más de veces, como pasajeros, nos convertimos en cómplices de esos
desmanes.
Resulta que
si usted aborda un camión en San
Ramón con destino a Manzanillo, le cobran cinco pesos por el viaje, pero
al recoger ese mismo transporte personal
en Campechuela el precio del pasaje se mantiene invariable vaya para donde vaya,
lo que no resulta justo porque desde ese
municipio a la Ciudad
del Golfo la distancia a recorrer es ocho kilómetros menos.
Situación similar se constata con los camiones
que transportan pasajeros por la ruta Jiguaní-Bayamo-Manzanillo-Niquero, y
viceversa, donde los precios subieron a 25 pesos, pues si monta en Niquero le
cobran quince a Manzanillo y diez después hasta Bayamo, tarifa
que se aplica también a los tramos.
Chóferes y machacantes de esos vehículos argumentan que impera la
oferta y la demanda y que ellos cobran
la ruta y no los tramos, pero se hace ilógico y violatorio que si como
pasajero voy para Campechuela tenga que pagar el pasaje como si fuera hasta
Media Luna, como sucede en las más de
las veces y no siempre una tarifa estable.
Amparados en la difícil
situación que presenta el transporte actualmente, muchos se aprovechan de los
momentos cruciales para obtener dividendos
más altos con precios tres veces por encima de lo establecido
convirtiéndose en salvadores espontáneos o entes imprescindibles a los
viajeros, cuando la realidad nos declara una complicidad aparentemente ingenua.
Ya no solo está la cuestión del precio del
pasaje, sin no también el remate de los machacantes de esos vehículos que por
querer cobrar la ruta y no el viaje en sí, amenazan a los pasajeros con NO
dejarlos subir al carro y para colmo
exclaman airosos: ¡quéjate donde quieras!.
Actitud que, como hierba mala,
comienza a fomentar enredaderas de una
filosofía a lo medioevo de Señores y feudos: Esto es mío y hago lo que quiero,
o pagas o te bajas, que a fin de cuenta crea distanciamiento entre los que
tienen y los que no tenemos.
Escaseces
hay y no se vive de espaldas a ellas, pero tampoco se puede permitir y
fomentar que existan personas que quieran imponer sus designios de Rey-creído
sobre las necesidades de los demás, con pasajes
por encima de lo establecido y vehículos con capacidad para 50 que
viajan con 70.
Y aunque muchas veces los vemos
como nuestros salvadores por la celeridad con que deseamos viajar para llegar a nuestros trabajos, debemos
reflexionar sobre esa falsa complicidad y reclamar el derecho legal a no
dejarnos pisotear impugnemente.
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