Por Rodrigo Motas Tamayo (crónica)
La llama encendida el 10 de octubre contra el colonialismo
español vuelve a recibir nuevos aires
y miles de cubanos afilan sus machetes
y arreglan sus jacas para irse a la
manigua redentora, esta vez con
orientaciones de José Martí, Máximo Gómez y el Partido Revolucionario Cubano.
Son tiempos
nuevos de unidad para la guerra necesaria e inevitable como la
catalogara el más universal de los pensadores cubanos del siglo XIX, quien trató de hacerla breve y contundente.
La
orden de alzamiento simultáneo dada por Martí a Juan Gualberto Gómez se esparce de occidente a oriente, y los
máximos lideres independentistas en la isla
deciden el día 24 de febrero de 1895.
El
propio genio previsor de Martí había
sentenciado ¨se considera peligroso, y en ningún modo recomendable, todo
alzamiento en Occidente que no se efectúe a la vez que los de Oriente, y con
los mayores acuerdos posibles en Camagüey y Las Villas".
El 24 de febrero, inicio de los carnavales, era
el día propicio para el levantamiento armado, y entre bullicio y jolgorio de
fiesta, los cubanos comprometidos con la patria salieron a la noche ofreciendo
su pechos y brazos a la causa justa iniciada por Carlos Manuel de Céspedes.
El
24 de febrero de 1895 Cuba se estremece
con el retumbar de las caballerías y los
hombres puestos nuevamente de pie, para darle
a la Patria
su verdadera independencia.
Martí,
Gómez, Maceo y otros muchos cubanos alimentaron con nuevos bríos la llama de rebeldía del 10 de octubre, esa que
por cien años se mantuvo viva hasta un Primero de Enero de 1959.