Por Rodrigo Motas Tamayo rmt
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Manzanillo exhibe actualmente una tasa de mortalidad infantil de Cuatro coma 77 por cada mil nacidos vivos, algo muy por debajo de la media nacional y demostrativo de los ingentes esfuerzos que se despliegan en esta localidad costera de Granma como saludo al aniversario 50 del triunfo de la Revolución.
Y NO es desacertado asegurar que ese resultado es un logro de la Salud Pública revolucionaria en las últimas cinco décadas, algo muy diferente a la realidad manzanillera de antes de 1959.
En la época de la seudorepública, tiempos en que la politiquería se sustentaba en promesas y mentiras, la realidad manzanillera en materia de mortalidad infantil, por citar un ejemplo, era muy deprimente, con la escalofriante cifra de 34 coma 30 por cada mil nacidos vivos.
En esos años las cuatro clínicas existentes eran privadas y los dos hospitales, el sanatorio y la Casa de Socorro adolecían del personal médico necesario para satisfacer las demandas de un territorio que comprendía además Yara, Bartolomé Masó, Campechuela, Media Luna, Niquero y Pilón.
Eran tiempos donde las enfermedades proliferaban por doquier, incontrolables, y en su generalidad causantes de muertes, principalmente en los infantes como la tuberculosis, tétano, lepra; reportándose morbilidad elevada en sarampión, paperas, rubéola, fiebre tifoidea y el paludismo, entre otras.
Ese era el panorama de un territorio con más de 270 mil habitantes mayores de 10 años, y 120 defunciones anuales de niños menores de un año por cada mil nacidos vivos, cifras que muestran lo deprimente del Manzanillo de cinco décadas atrás.
Sin embargo, hoy es otra la cara de este histórico territorio ligado a las luchas por la verdadera independencia donde el tañir de La Demajagua abre las puertas de una ciudad que mira las aguas del Guacanayabo rejuveneciéndose.
Mucho se hace por la salud del pueblo manzanillero, y con mayores privilegios la de los niños, embarazadas, madres y personas de la tercera edad.
Sin pagar nada o vender su voto para que se les atienda, hoy los hijos de la tierra de Bartolomé Masó, Céspedes, Celia y otros próceres independentistas, tienen garantizados hospitales, hogares, maternos, policlínicas, consultorios del médico de la familia y la enfermera, y no hablamos en materia de cifras de dos o tres, sino de cientos, miles de hombres y mujeres de las batas blancas que ponen sus conocimientos al servicio del pueblo y el internacionalismo.
El cuatro coma setenta y siete por cada mil nacidos vivos que exhibe Manzanillo en la tasa de mortalidad infantil es resultado de estos 50 años de Revolución y el más alto honor de los manzanilleros para festejar tan importante efemérides.
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Manzanillo exhibe actualmente una tasa de mortalidad infantil de Cuatro coma 77 por cada mil nacidos vivos, algo muy por debajo de la media nacional y demostrativo de los ingentes esfuerzos que se despliegan en esta localidad costera de Granma como saludo al aniversario 50 del triunfo de la Revolución.
Y NO es desacertado asegurar que ese resultado es un logro de la Salud Pública revolucionaria en las últimas cinco décadas, algo muy diferente a la realidad manzanillera de antes de 1959.
En la época de la seudorepública, tiempos en que la politiquería se sustentaba en promesas y mentiras, la realidad manzanillera en materia de mortalidad infantil, por citar un ejemplo, era muy deprimente, con la escalofriante cifra de 34 coma 30 por cada mil nacidos vivos.
En esos años las cuatro clínicas existentes eran privadas y los dos hospitales, el sanatorio y la Casa de Socorro adolecían del personal médico necesario para satisfacer las demandas de un territorio que comprendía además Yara, Bartolomé Masó, Campechuela, Media Luna, Niquero y Pilón.
Eran tiempos donde las enfermedades proliferaban por doquier, incontrolables, y en su generalidad causantes de muertes, principalmente en los infantes como la tuberculosis, tétano, lepra; reportándose morbilidad elevada en sarampión, paperas, rubéola, fiebre tifoidea y el paludismo, entre otras.
Ese era el panorama de un territorio con más de 270 mil habitantes mayores de 10 años, y 120 defunciones anuales de niños menores de un año por cada mil nacidos vivos, cifras que muestran lo deprimente del Manzanillo de cinco décadas atrás.
Sin embargo, hoy es otra la cara de este histórico territorio ligado a las luchas por la verdadera independencia donde el tañir de La Demajagua abre las puertas de una ciudad que mira las aguas del Guacanayabo rejuveneciéndose.
Mucho se hace por la salud del pueblo manzanillero, y con mayores privilegios la de los niños, embarazadas, madres y personas de la tercera edad.
Sin pagar nada o vender su voto para que se les atienda, hoy los hijos de la tierra de Bartolomé Masó, Céspedes, Celia y otros próceres independentistas, tienen garantizados hospitales, hogares, maternos, policlínicas, consultorios del médico de la familia y la enfermera, y no hablamos en materia de cifras de dos o tres, sino de cientos, miles de hombres y mujeres de las batas blancas que ponen sus conocimientos al servicio del pueblo y el internacionalismo.
El cuatro coma setenta y siete por cada mil nacidos vivos que exhibe Manzanillo en la tasa de mortalidad infantil es resultado de estos 50 años de Revolución y el más alto honor de los manzanilleros para festejar tan importante efemérides.
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