Rodrigo Motas Tamayo  
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 Corresponde 
a cederistas y todo revolucionario  en estos tiempos, combatir a camisa
quitada  toda anomalía que se convierta en indisciplina social y atente
contra los valores y principios de la sociedad que se construye desde hace ya más
de cinco décadas. 
Y decimos  que los cederistas
  reciben sobre sus hombres esta responsabilidad que  comparten otros
organismos e instituciones del Estado, porque es en la comunidad, en el barrio,
donde discurre  la vida ciudadana  de los cubanos de hoy. 
Duele  que  lo logrado
con esfuerzos, sacrificios, sea objeto de maltrato por personas indolentes e
inescrupulosas, ajenas y distantes de la vida en colectividad y del respeto a
los bienes comunes. 
Por citar ejemplos, échese un
vistazo a la telefonía pública,  sector  donde  con grandes
esfuerzos  se ha beneficiado a la población hasta en los más recónditos
lugares, y sin embargo algunas personas no hacen el uso adecuado de esos
artefactos o los rompen en algunos casos.
Sobresalen también
maltratos  a los asientos de los ómnibus, el césped de parques y jardines,
así como a las propias  personas, pues   cuando no se brinda el
servicio adecuado o la respuesta requerida se incurre en maltrato y ello no se
corresponde con una sociedad donde tanto se hace por la cultura y la educación.
También se convierte en
indisciplina social  el echar  la basura al agua cuando llueve, o
crear   microvertederos  en calles o lugares no habilitados para
ello, atentándose contra el urbanismo y la propia higiene de barrios y
comunidades.
Corresponde  entonces 
a los cederistas en sus entornos luchar  contra  estas anomalías y
convertirse en soldados cotidianos por el cuidado de lo nuestro, de lo de todos,
y ser  fervientes defensores de los valores que distinguen la sociedad
socialista. 
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