martes, 16 de agosto de 2016

CUANDO LO DE TODOS ES BIEN COMUN Y La SOCIEDAD BRILLA CON LA HERMOSURA DE SUS INTEGRANTES.



Por Rodrigo Motas Tamayo   
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Espere, no se da cuenta que estoy conversando, lo compra o lo deja, no tengo menudo, eso no tiene  que ver conmigo o se está tramitando pero no depende de nosotros,  son respuestas que escuchamos en muchas ocasiones en algunas entidades, empresas o establecimientos, ya sea de prestación de servicios o atención al público cuando gestionamos o buscamos la solución a problemas o necesidades hogareñas, del centro laboral o personales.

Irrita el presentarse ante una recepcionista que conversa por teléfono y se molesta porque se le interrumpe, el dependiente de una unidad impone el producto que expende, hacemos una cola pero compran más los del costado que los organizados y en otros casos, si es un problema a solucionar que se ha elevado a sus respectivas instancias, encuentra respuestas  como las anteriores.

No es un secreto para los cubanos  de hoy que aún existan negligencias y personas  que   se sienten ajenas o se distancien ante los problemas, en muchas situaciones ¨no coger lucha¨  o ¨ese no es mi problema¨ constituye la salida más rápida para no enfrentarlos o solucionarlos, dejando un mal gusto en cuanto a normas de convivencia o de educación formal.

Si vivimos en colectividad se espera de todos respeto a esa convivencia, a las normas y leyes  de ética y moral establecidas, y más que todo, respeto entre unos y otros, y para con nosotros mismos.

José Martí con su prodigioso genio personal, advertía que "en este mundo no hay más que una raza inferior: la de los que consultan antes que todo su propio interés, bien sea el de su vanidad, o el de su soberbia, o el de su peculio; ni hay más que una raza superior: la de los que consultan, antes que todo, el interés humano.

Especial énfasis  nos corresponde hacer en esta hora  en que las máximas figuras de la Revolución nos convocan al combate diario para hacer realidad sus proféticas palabras cuando señaló:  el talento la Naturaleza lo da y vale lo mismo que un albaricoque o una nuez; pero el carácter, no; el carácter se lo hace el hombre y la mujer… el carácter si es motivo de orgullo, y quien lo ostenta, resplandece.

El Apóstol de la primera independencia cubana aspiró y ofrendó su vida a esa causa:  una sociedad en la cual, una vez guardados los aperos de labranza y concluida la jornada laboral, los hombres y las mujeres se diferencien sólo por el brillo de su frente y el fuego de su corazón.

Interiorizar tales preceptos martianos es muy  cierto que  nos harán  más  capaces y educados, concientes de que trabajamos para los demás y para nosotros mismos, que lo de todos  es bien común y que la sociedad brilla con la hermosura de sus  integrantes. Eso se espera de todos  nosotros.              

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