Por
Rodrigo Motas Tamayo
A las 11 y 50 de la mañana del viernes 11 de enero de 1980
dio su último respiro Celia Sánchez Manduley. La noticia estremece
a todos. El dolor aprieta los pechos de cubanos y cubanas. Inimaginable
era que a la querida Celia, la muerte pudiera quitárnosla.
Nacida en Media Luna,
esta mujer virtuosa tuvo una niñez y juventud excepcionales. Con las enseñanzas
de un padre consagrado a la
Patria, aprendió a querer a Cuba, y a sentir el dolor ajeno como suyo, para forjar su
vocación de revolucionaria.
Junto a Frank País
García emprendió una trayectoria imposible de narrar con palabras, pues se hizo
grande, gigante y necesaria, fue el alma de la lucha en el llano y en la Sierra Maestra, y
allí estuvo siempre junto a Fidel.
Tras el Triunfo del Primero de Enero de 1959, marchó
junto al máximo líder de la Revolución por los
caminos de los cambios y transformaciones en bien de los desposeidos,
convirtiéndose en una de las mujeres más queridas por cubanos y cubanas.
A Celia se deben
numerosos proyectos como la formación del pelotón de Mujeres “Mariana
Grajales”, la Escuela
para costureras “Ana Betancourt”, la
Escuela de Preparación de Mujeres Choferes en Santa María del
Mar, y otros. Fue su preocupación el vestuario de cubanos y cubanas. A ella se
deben la creación de la línea de calzado Primor para mujeres, de
talleres para zapatos ortopédicos y prótesis, de sandalias plásticas y de
prendas como el juego de safari.
Celia ostentó un
cargo único en el Gobierno en 1962, como Secretaria de la Presidencia y del
Consejo de Ministros, y luego, en 1976, fue Secretaria del Consejo de Estado.
Integró además el Comité Central del Partido desde su constitución.
Trabajando
incansablemente y estudiando para graduarse como Licenciada en Ciencias
Sociales, le sorprendió la muerte. Aquel 11 de enero de 1980, los cubanos de
entonces y de ahora siempre abrimos el pecho y la memoria para mantener viva la
flor más autóctona de la
Revolución.
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