Por Rodrigo Motas Tamayo
El cuatro de marzo de 1960 entra a la había habanera, en la capital del país, la nave
francesa La Coubre, procedente de los puertos de Hamburgo,
Amberes y Le Hayre.
El buque trae el segundo cargamento de armas que se utilizaría en la defensa de la Revolución triunfante,
más aún ante la amenaza constante del
imperio del Norte.
Sobre las diez de la
mañana se tiran amarras en el muelle de la
Pan American Docks. Faltando minutos para las tres de la tarde la calma reinante es rota por una estridente
explosión, media hora después en plena
faenas de rescate se escucha una segunda explosión.
Muerte y dolor circunda el muelle. Un centenar de muertos y alrededor de 400 heridos
o lesionados, decenas de ellos incapacitados de por vida, son el resultado de
tan brutal y vil acto de terrorismo.
Las evidencias del criminal suceso indican que tras fracasar
los intentos para cancelar la venta, agentes al servicio de la Agencia Central de
Inteligencia (CIA) de Estados Unidos, fueron los protagonistas de la colocación
de un moderno artefacto explosivo entre las cajas de granadas antitanques en
las bodegas de La Coubre.
Este criminal hecho fue otra de las macabras ideas tejidas por los Estados Unidos contra Cuba
para frustrar el proceso revolucionario.
El 5 de marzo de 1960 durante el sepelio de las víctimas de
la nave La Coubre,
el máximo líder de la revolución cubana Fidel Castro en el acto póstumo a los
fallecidos en el sabotaje, pronuncia por primera vez la frase Patria o Muerte.
En esa ocasión dijo: "Ahora libertad quiere decir algo
más todavía. Libertad quiere decir Patria, y la disyuntiva nuestra será ¡Patria
o Muerte!"
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