viernes, 19 de septiembre de 2008

... dispara aquí, vas a matar un hombre.

utor. Rodrigo Motas Tamayo
Crónica por 41 aniversario asesinato del Che.
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La primera ráfaga de ametralladora destroza las piernas y el hombre se tambalea y cae al suelo, le brillan los ojos y mantiene la cabeza erguida. Una segunda andanada le hiere el brazo, el hombro y el corazón.
Ya está muerto, susurra una voz, sin imaginar que las ideas no se matan. En las pupilas de todos queda fotografiada la imagen de un hombre que resuelto se abre la camisa y ante el temblor de su verdugo, le insta con serenidad: No tiembles más y dispara aquí, vas a matar un hombre.
La escuelita de La Higuera, en lo recóndito de Bolivia, se inscribe aquel 9 de octubre de 1967 en la historia de Latinoamérica y los pasos de Ernesto Guevara de la Serna (CHE) ascienden a la cima de los pueblos que luchan por su independencia.
Y su luz, toda de revolucionario legendario y comunista, se esparce como la viva imagen de una estrella en la boina y el porvenir en la mirada, rocinante de estos tiempos en que sus ideas cobran vida y sus palabras y ejemplo son más vigentes que nunca.
Así crece y se magnifica universalmente el Che, y la realidad boliviana de sus ideas, paradójicamente, dan luz gratuitamente a los ojos de su asesino, aquel que 41 años atrás tuvo que emborracharse para enfrentarse en el silencio de La Higuera a hombre que vio muy grande, enorme.
Porque el Che solo cabe en una América unida, esa que definiera nuestro Martí desde la Plata a la Patagonia, y en un mundo mejor posible, al decir de nuestro Comandante en Jefe, Fidel.
Ernesto Guevara de la Serna, como en muchas veces, desafió la muerte en La Higuera y vive eterno en el corazón de la humanidad como el guerrillero más universal.

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